El pueblo bueno

Cuando despertó se dio cuenta que había ganado el avión presidencial. Fue una sensación extraña casi podría describirla a la perfección.

Realmente había dormido muy plácidamente esa noche, por esta razón realmente no sabía qué hora era; físicamente el sueño fue muy reparador, profundo, incluso los timbrazos del celular los escuchaba a lo lejos, tan lejos que se movió a hasta la sexta llamada perdida. Trató de alcanzar el celular, pero sólo empujo los lentes que termino por tirarlos y cuando por fin alcanzo el teléfono, entre dormido, en vez de aceptar la llamada entrante la cancelo. Respiro profundo y cerró los ojos tratando de retomar sus sueños, sin embargo, el timbre sonó de nuevo.

– Si.

– ¡No mames güey! Te estoy llamando desde hace 30 minutos. ¿Qué? Ya se té subió mucho. ¿Qué no le contestas a tu brother?

– Voy despertando Ca, – mascullo sin abrir los ojos.

– ¿Y qué vas hacer ahora?

– ¿Cómo que voy hacer ahora? Pues seguir durmiendo – seguía sin abrir los ojos.

– No vas a ir a trabajar.

– ¿Trabajar? ¿Qué día es? –Trataba de concentrarse, pero seguía dormido.

– ¿Cómo? de plano la noticia te afecto demasiado, es miércoles, no te vas a parar ¿o qué?, son las 7:30 am.

– Son las 7:30 am del miércoles. – De repente reaccionó y regresó al mundo real.

– No mames. Me siento cómo si hubiera dormido días. Estoy todo aturdido.

– ¿No es por la noticia?

– ¿Cuál noticia?

– ¿Cómo que cual?

– ¿No has prendido la tele?

– ¿Cómo? Si, voy despertando.

– Entonces. ¿No sabes?

– Saber ¿qué?

– ¡Qué te sacaste el avión!

– ¿Cuál avión?

– ¡El avión presidencial! ¡Huey! ¿Captas?

– ¿El avión?

En ese momento le llegó una imagen de la oficina. Erick trabajaba en la honorable Administración de Operación de Recursos y Servicios de la muy querida oficina de recaudación federal mejor conocida como el SAT.

Su jefe, el muy respetable y bastante ignorante Lic. Armando Revueltas les pido de la manera más atenta y de una forma muy personal a todo su staff, después de hacer hincapié qué, no era obligatorio sino “voluntario” su apoyo en el gran reto que el Sr. Presidente de la República les había encomendado. Un gran reto, por lo qué, apelaba a su sentido de responsabilidad como servidores públicos para apoyar las decisiones del distinguido Presidente y los instruyó para qué, compraran un cachito de lotería para la rifa del avión presidencial. Para lo cual, su asistente Aida iba a llevar una relación de los números de lotería que el staff de esta Administración adquiriera, sólo con el fin de mantener el compromiso de apoyar a sus superiores en este gran reto.

Con esta instrucción tan clara, Erick compro un cachito casi después de que Aida le estuviera llamando diario a su extensión, recordándole el apoyo “voluntario” solicitado por el Lic. Revueltas.

En una ida a comer cerca del Eje Lázaro Cárdenas, compro un huerfanito y de inmediato le dio el número a Aida para que ya no lo estuviera chingado con esa madre. El número que compro era el 27353V15 y lo guardo en su cajón del escritorio en su lugar de trabajo por lo que no lo tenía en su casa al momento del sorteo.

Se celebró el sorteo magno de la lotería nacional el día 5 de mayo del 2020. Este sorteo fue televisado a nivel nacional en el horario de las 20:00 horas tiempo del centro y que Erick no había visto porque ese día, había preparado la documentación que presentarían al Órgano Interno de Control del SAT por una Auditoría al servicio básico de “Limpieza de oficinas”, documentación que se tenía que entregar a más tardar a las 18:00 horas, en el entendido de que al no hacerlo los servidores públicos sería amonestados.

Fue tanta la presión que el Lic. Revueltas les generó para atender esa auditoría qué, cuando entregaron la documentación él ya no regresó a su lugar, sino que se fue directo a su casa; no ceno y se metió a su cama para olvidarse de todo, al fin él nunca se saca nada y mucho menos un pinche avión.

– Erick ¿Sigues ahí?

– ¡Puta madre! ¿Y ahora qué? – pensó rápido, pero entro una segunda llamada… – Sabes que Ca, es la pinche Aida, te veo en la oficina, deja ver que quiere. – colgó.

– Si, que se te ofrece Aida.

– Dice el Lic. Revueltas que te quiere ver en su oficina a la 9:00am, se puntual, ya ves que no le gusta que lo hagan esperar.

– Si, Aida voy para allá.

Se paró como pudo, se metió al baño, – maldita mi suerte, ¿Qué querrá este pinche viejo? – mascullo mientras se lavaba los dientes, – ya quedo lo de la Auditoria-, pensó, – a ver si no sale que quieren más documentación complementaría o que no encuentra lo que según están buscando. Si tan sólo me hubiera hecho caso el Lic. Revueltas y no hubiera adjudicado ese contrato sin licitación, pero bueno.- seguía cavilando.

Para Erick era muy común salir corriendo todos los días rumbo a su trabajo, era muy dormilón y siempre le costaba mucho levantarse, lo que le ayudaba era que siempre tenía preparado un traje listo en las mañanas y no tenía que estar perdiendo el tiempo buscando ropa o planchando camisas, rápido se anudo la corbata, cepillo sus zapatos, se cepillo la barba y salió de su casa a las 8:20hrs., tenía 40 minutos para llegar puntual a la reunión convocada por su jefe.

Afortunadamente para él, vive cerca de su trabajo y ese día en particular, el metrobus no pasó tan lleno y se puedo subir en el primero que paso; durante el trayecto vio que algunas personas tenía el periódico del día y podía ver que el número ganador de la rifa del avión presidencial era la nota más importante, sino al parecer la única. – ¿Qué voy a hacer con esa madre? –  bueno a la hora de la comida me enfoco en ese tema. – Seguía procesando.

Llegando casi de milagro a la sala de espera de la oficina del Lic. Revueltas, cuando Aida lo vio llegar, sólo movió la cabeza ya que en ese instante el Lic. Revueltas estaba saliendo de su oficina para preguntar por Erick.

-¡Qué bueno que llega puntual!, pensé que no vendría el día de hoy, lo bueno es que su sentido de responsabilidad y su obligación para con su superior jerárquico son valores que tiene muy bien inculcados Lic. García. – Recitaba como si estuviera en un mitin. – Acompáñeme por favor, vamos a ver al Jefe del SAT que nos están esperando.

-¿A la oficina del Jefe? ¿Por qué? ¿Qué tema vamos a ver?

-¿Cómo que tema vamos a ver?, pues su premio, el avión presidencial.

-¿Qué?, ¿pero cómo? ¿Él cómo sabe que me lo gane?

– A mi querido Erick, parece nuevo –  y se empezó a reír de una forma que hizo que la sangre le hirviera, así que tomó un respiro y siguió caminado, mientras su cabeza empezó a desenmarañar toda la situación en la que estaba.

De seguro el Lic. Revueltas le pidió a Aida que estuviera al pendiente del sorteo, ella tenía todos los números que habíamos adquirido y cuando salió el número y se dio cuenta que era el de Erick, le llamo de inmediato al Lic. Revueltas, este a su vez, llamo a su Jefe, y este al suyo, hasta que llego al Jefe del SAT y ciertamente las llamadas no quedaron ahí, tanto que en la oficina de Presidencia a esta hora tendrían en su escritorio su nombre.

– Creo que este día va a ser muy largo-, y con un suspiro muy largo, siguió caminando junto a su orgulloso jefe, que parecía que él se hubiera sacado el premio. ¡Pinche avión!

Antes de llegar al edificio en donde se encuentra la oficina del Jefe del SAT, se dio cuenta que estaba instalado un podio y que había un monto de sillas ocupadas por personas que traían cámaras de vídeo y fotográficas, tablas y cualquier dispositivo electrónico que grabara imágenes. -¡Dios mío! ¿Qué es esto?

Las personas empezaron a acercarse a él para saludarlo y al llegar lo colocaron a aún lado del Jefe del SAT, quien lo saludo muy efusivamente y sin aviso previo llego el Presidente de la República y tomo la palabra dirigiéndose a toda la prensa que está reunida en ese lugar.

“Buenos días a todos, antes que nada quiero darle las gracias al pueblo, a ese pueblo bueno que siempre nos ha apoyado….”

Ciertamente, sabía que el presidente hablaba lento en público, pero nunca lo había asimilado hasta ese momento. Era de su estatura, delgado y ciertamente el año y medio en el poder se le notaba en el rostro, estaba muy acabado. Erick, estaba concentrado en ese personaje qué, por un capricho le había torcido el día. Mientras cavilaba en sus pensamientos, no escucho que lo llamaba para que se acercara al podio para saludar al presidente.

Se acercó un poco titubeante, le dio la mano y recibió un documento que a su entender le daba la propiedad o el simbolismo del avión presidencial. Se le pidió que diera unas palabras a la prensa, sin embargo, al pararse enfrente del podio, se dio cuenta qué, no traía los lentes, además, las luces lo lampareaban y, entendió porque el Presidente se tardaba tanto en hablar.

-Muchas gracias por…darme esto…yo sólo apoye el reto que…se…que el presidente nos dio…

Realmente no había puesto atención al discurso del Presidente, estaba cómo en cámara lenta y las cosas, no tenían sentido y la luces seguían lastimándole los ojos. – Muchas gracias- y se retiró del podio.

Le pidieron que se tomara fotografías con personas que no reconocía, aún más, ni conocía, obviamente con el Presidente y le pidieron además qué, de manera personal atendiera a la prensa; en cualquier caso, no sabía qué hacer, no era lo que tenía planeado para ese día; nunca había hablado con tanta gente, por lo regular nadie quiere hablar con los contadores y menos si estos trabajan en el SAT. ¿Qué les podría decir?

La respuesta a esa pregunta quedo muy clara de inmediato:

Prensa:

¿Cuándo irá por su avión? ¿Venderá el avión? ¿Cuál será su primer viaje? ¿Es casado? ¿Su familia viajara con usted? ¿Qué hará con 130 millones de dólares? ¿Ya conoce a los demás participantes de su serie? ¿Usará el dinero del fideicomiso que propone el presidente? ¿Ya tiene comprador? ¿Es su avión o sigue siendo del gobierno? ¿Fue presionado para comprar el cachito? ¿Anunciará la venta en Facebook? ¿Se siente usado por el Gobierno? ¿Usted ya sabía qué sé lo iba a ganar? ¿Se siente engañado?

Eran tantas preguntas, tan rápido que no tenía tiempo de pensar una respuesta; desde que se despertó no había tenido tiempo de pensar en el premio, ¿Qué decir?, ¿Qué contestar? Simplemente no podía articular palabra aunque hizo un esfuerzo sobre humano, no salía ningún sonido de su boca.

A lo lejos escuchaba un timbre que le resultaba familiar, pero con la prensa a su alrededor no sabía si era su celular o el de otra persona. No sabía si caminar o correr; las luces de los flashes lastimaban su ojos y simplemente estaba ciego y desnudo frente al mundo.

Por suerte su jefe el Lic. Revueltas lo saco de ese embrollo y pudo caminar un poco, de ese modo empezó a respirar de nuevo; fue caminando hasta qué, ya nadie lo seguía y, seguía caminando… Encontró unas escaleras y subió por ellas hasta que se topo con una puerta que le costó trabajo abrir, pero al lograrlo entro en una pequeña azotea donde había maquinaría, al parecer del aire acondicionado.

Siempre le pareció ridículo qué, la gente dijera que tenía ataques de pánico, pero ahora simplemente no podía respirar, por más que hacía el esfuerzo, estaba en un pánico total. ¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué no me preguntaron si quería salir en televisión? ¿Qué a nadie se lo ocurrió que tal vez ese cachito se lo regalaría a alguien? Y al pensar en esa pregunta, fue ahí donde empezó a respirar poco a poco.

El boleto, él no lo tenía, estaba en su cajón y nadie se lo había pedido, de hecho ni siquiera había llegado a su lugar de trabajo, ¿Cómo es posible que no se tomaran la molestia de confirmar un simple dato? Entonces se acordó que tenía el premio en su mano, lo empezó a leer pausadamente.

A groso modo decía qué, para efectuar este sorteo, se emitió un decreto especial en el cuál las 3 series de lotería para el sorteo magno de la Rifa del Avión Presidencial se distribuirían de la siguiente forma; una de manera electrónica y las dos restantes en los puestos autorizados, también decía qué, por única ocasión el premio se daría al vigésimo ganador y no a la serie completa, de esta forma el premio iría directo a una sola persona. El punto aquí es qué, el número que diferenciaría a vigésimo ganador de otro, sería a través de un identificador qué, por única vez se utilizaría en este sorteo, bueno él tenía ese vigésimo y, estaba en su escritorio.

Lo que también decía el documento es qué, tenía que presentar el vigésimo en buen estado para poder cobrar el premio en las oficinas de la Lotería Nacional de la Ciudad de México; otro punto importante es qué, no le darían el avión, sino qué, se quedaría guardado hasta qué, hubiera un comprador y con el dinero de la venta, menos impuestos, más comisiones y otros gastos de administración, pondrían el dinero en un fideicomiso, a fin de dar un buen uso y no pusiera en riesgo a su persona y a su familia.

-Sí, hubieran querido preservar mi persona de algún riesgo, no me habrían exhibido por televisión. – Mascullo – Pendejo.

Otra cosa más era qué, sí dentro de 1 año no era vendido el avión, esté se daría en donación a la Secretaría de la Defensa Nacional, dando cómo resultado que el ganador no obtendría ningún beneficio. Esté último pensamiento realmente lo encabronó; para empezar, de nada serviría todo el circo, no sólo porque al final, el avión se quedaría como un bien del Estado; sin tomar en cuenta qué, todo el dinero recaudado según ellos, se invertiría en equipo médico de quien sabe qué hospital y, nadie daría cuenta de ello; en conclusión el «Pueblo bueno», o sea nosotros, seguiríamos con la deuda a Boeing y aquí su pendejo como un verdadero idiota frente a todo el mundo.

Su respiración se fue controlando poco a poco por lo qué, después de un rato cayó en cuenta que su celular sonaba y sonaba, por fin le prestó atención.

Tenía 1000 mensajes SMS, tenía el correo electrónico lleno de notificaciones, lo mismo Facebook e Instagram, miles de llamadas perdidas, la mayoría de número que no tenía registrado, el Whatsapp saturado. Era una completa pesadilla. Respiro profundo y abrió Facebook, un verdadero error.

Está lleno de memes sobre su lamentable presentación a la prensa, ¿En que momento la gente tiene tiempo para sentarse y hacer estas estupideces? Cerro el Facebook pero al abrir el whatsapp pasó exactamente lo mismo; no sólo miles de mensajes de felicitación si no también de buenos deseos; además, consejos sobre cómo usar el avión o de cómo gastarse el dinero. También tenía unas peticiones para qué, le prestará dinero a unos familiares qué, no sabía que existían; también, le empezaron a llegar mensajes vía correo electrónico de paquetes de viaje sin mencionar los de seguros por lo qué, decidió apagar el teléfono.

Siguió respirando profundo. ¿Qué hacer?

El contador qué, hace mucho tiempo estaba dormido en él, para empezar despertó presentándole el siguiente escenario. Inicialmente él era un hombre en sus 40’s, en segundo lugar no era casado sin prospecto alguno por lo qué, ese tema quedaba fuera; además tenía un trabajo qué, le permitía tener una vida sencilla; de paso podía ir al billar, tomarse unas cervezas, bailar de vez en cuando; por lo consiguiente adquirir un activo bastante despreciado iba arruinar sus finanzas desencadenándole gastos qué, no tenía contemplados. Lo triste aún es qué, ese avión día con día se seguiría depreciándose, con o sin su intervención; en resumen, era una estafa del Gobierno para sacar dinero y darle atole con el dedo al «Pueblo Bueno», haciéndole parte de ese circo.

Respiro profundo y tomo su decisión, no iba a cobrar el premio.

¿Cómo hacerle para qué nadie más lo cobre? Habría que destruir el boleto. – No.- Pensó rápido, eso sería lo más fácil, además, al final lo atacarían por envidioso o engreído qué, le negó la oportunidad a otra persona de ganar ese premio. El boleto de acuerdo al decreto tendría un año de vigencia, sí en ese año no se cobraba, se perdía el premio y pasaba a manos del Estado.

Se habían emitido 6 millones de vigésimos, a $500.00 pesos cada uno, por consiguiente, el Estado recabo la cantidad de $3, 000,000,000.00 M.N (Tres mil millones de pesos). Sin embargo, el avión costaba de acuerdo a un evaluó que se presentó, la cantidad de USD130,000,000.00 (Ciento treinta millones de dólares) qué, al tipo de cambió daba un importe de $2,600,000,000.00 M.N. (Dos mil seiscientos millones de pesos). El Estado tendría una ganancia de 400 millones libres qué, tendrían que documentar, porque como no hubo ganador, no podrán simular que los tienen en un fideicomiso para una persona qué, no sabe cómo manejar cantidades de este tipo.

Lo qué, sí tendrían que hacer, sería una maniobra de las qué, siempre hacen para agenciarse el dinero; de paso exhibirse más como corruptos ante el «Pueblo Bueno» que los ayudo; siendo ese el caso, ya no sería su problema. El Estado tendría que lidiar nuevamente con el avión, porqué independientemente de qué, el dinero sí lo usaran para comprar equipo médico, tendría qué, seguir dándole mantenimiento a ese avión con uso o sin uso.

¿Dónde esconder el boleto? Dónde nadie se atreva a buscarlo; dónde ni por su mente más retorcida sé atreverían a buscarlo; dónde en un tiempo considerable, es decir, después de 5 años alguien quizá lo encontraría.

Tenía que actuar rápido, revisó el reloj y se sorprendió de que ya eran las 14:00hrs por lo qué, esperó 15 minutos más para bajar las escaleras hasta el sótano para llegar a su lugar de trabajo, sorteando obstáculos y gente qué, lo querían saludar. Por fin llegó a su lugar, sorprendiéndose de qué, no había nadie ahí. Rápido abrió el cajón agarro el boleto y salió corriendo rumbo a ese lugar secreto que lo iba a sacar de todos los apuros posibles.

Después de una hora, decidió prender su teléfono sabiendo qué, tras está llamada lo apagaría de nuevo e iría a comprar un nuevo número. Pero lo primero era hacer la llamada.

– Lic. Revueltas soy Erick García.

– ¿Qué paso Erick? Andamos buscándolo por todo el SAT.

– Lo que pasa es qué, hay mucha gente siguiéndome por lo que tuve que buscar un lugar para poder pensar para asimilar lo que paso, por eso lo llamo.

– No lo entiendo, ¡Explíquese!

– Si, lo que pasa es qué, en la mañana que llegue usted me aventó por delante a los leones y no  me dejo comentarle un pequeño detalle.

– ¿Qué detalle?

– Que no tengo el boleto.

– No le escuche, ¿Qué dijo?

– Que no tengo el boleto.

– ¡Usted dijo que lo tenía!

– No. Yo no dije nada desde que llegue, simplemente me pusieron en un podio y alcance al balbucear algunas palabras, pero no dije que hubiera ganado el premio así como ,tampoco dije que tenía el boleto.

– ¡Aida tenía un registro de los números de boleto de cada uno de ustedes! – habló con un tono bastante iracundo.

– Si, pero yo no tengo el boleto.

– ¡Ya lo busco bien! – pregunto frustrado.

– Sí, creo lo perdí el mismo día que lo compre, la verdad es que no me fije donde lo puse.

– Y ¿Por qué? no dijo nada – grito muy iracundo

– Porqué nunca me preguntaron.

By Nérida Rodríguez

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Autor

romn772k@hotmail.com

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