Autómata

Parece de todos los días, pero a veces llego a un lugar y no recuerdo el camino, no recuerdo como llegue; pareciera que se pone un automático en mi cerebro y navega con las instrucciones precisas sin que mi consciente repele o lo note. Lo más chistoso es qué de hecho nunca me he caído, no me han aventado, tampoco he sufrido percance alguno, bueno eso a simple vista.

El metro, un lugar lleno de autómatas que caminan, no porque sepan a donde van, sino porque sus cerebros sólo repiten la rutina una y otra vez como las cintas de noticias en las esquinas. Esta cinta muchas veces y a consecuencia de tanta repetición, deja algunos huecos qué, si uno pone atención en ellos o trata de concentrarse tantito podrán registrar o notar algo diferente.

Una vez al entrar a este lugar automatizado, en especial en la estación del metro insurgentes y para variar tarde como siempre, aunque un poco aliviada porque a esa hora ya no hay tanta gente. Mi automático se paro en el mismo lugar donde espero el tren, rogando un poco para que no estuviera tan lleno y lo más importante para que se fuera rápido.

Me llamo la atención un olor a suciedad, como el de los indigentes de la glorieta, pero no vi a ninguno, al mismo tiempo me llego un olor a uvas, aunque no vi a nadie comiendo y eso me dio mucha risa ya que no soy experta en identificar lo olores, también estaba sorprendida de que no había mucha gente en la estación pero en particular alrededor mío; estaba sorprendida en cómo se podía diferencia el olor de la suciedad y el de las uvas y a la vez mezcladas tan asquerosamente.

Entro el tren al andén de enfrente y con él una ráfaga de aire que me indico el lugar de donde provenía este desagradable olor. Me quede congelada. Sin embargo, mi curiosidad hizo que inclinara mi cabeza hacia arriba lo más lentamente posible, sólo lo necesario para alcanzar a ver una sombra en el techo. Lentamente baje la cabeza buscando dentro del tren que había llegado algún contacto visual, que me confirmara que había notado algo arriba de mi cabeza. Nadie.

De la poca gente de alrededor, no mostraba ninguna señal que les llamara la atención algo en el techo – autómatas-, volví a mirar de reojo inclinando mi cabeza muy lentamente y ya no vi la sombra. Eso me tranquilizó y hasta empecé a notar como mis respiraciones que se habían acelerado empezaron a bajar de intensidad; sin embargo el olor seguía ahí pero más fuerte.

No tengo la certeza de si me moví o si sólo me quede con la impresión de que camine hacia atrás por lo menos 3 pasos pero empecé a sentir un leve hormigueo en mis piernas, cómo cuando se te duermen por estar en una posición incómoda, lentamente ese hormigueo empezó a recorrer las manos, mis brazos, todo lentamente… todo se movía lentamente, sin sonido cual película muda, mis pestañeos eran lentos y una somnolencia surgía; me sentía como cuando estás en un curso de trabajo de equipo, haciendo el esfuerzo monumental de no quedarte dormido.

Pero el olor seguía ahí, casi acostumbrándome a esa mezcla de uvas y suciedad pero mucho más fuerte. Me sentía engarrotada no me podía mover, quería mover mis dedo y no podía, mis manos no las sentía y el miedo se apodero de mi, por lo que trate de respirar lentamente para poder controlar mis movimientos y tratar de recuperarme, no me quería caer así que según yo hice un esfuerzo extra para poder decir algo.

-¡Ayuda!  Murmure sin voz o movimiento de mis labios, estaba en pánico total así que seguía respirando aceleradamente, mi corazón latía a un ritmo tan acelerado que me dio miedo morirme de un infarto. Por lo que trate de controlar mis respiraciones para tranquilizarme, poco a poco escuche mis latidos bajar de velocidad pero, fue extraño ya que se escuchaban con un eco, cómo si fueran dos corazones latiendo con una diferencia de micro segundos entre ellos.

Entonces, en un monumental esfuerzo abrí mis ojos y vi los ojos más escalofriantes y sin vida que jamás haya visto. – ¡Yo nunca he visto un muerto! Ni siquiera en los velorios más allegados, siempre los evito, pero de seguro los ojos de un muerto son como esos. Trate de cerrar mis ojos y al volver abrirlos de repente, esos ojos cambiaron; ahora eran tiernos, llenos de vida y hasta amorosos.

No pude respirar más. En mí segundo intento de jalar aire, escuche el lengüetazo a la altura de mi hombro derecho por lo que quise voltear buscando sus ojos pero me caí hacia atrás. Una señora se me acerco –Se siente bien. Me pregunto. Sentí el aire entrar en mis pulmones nuevamente –No lo sé,  fue mi respuesta. Me ayudo a incorporarme, todo me temblaba, -Esta usted muy pálida, parece que se le bajo la presión. Asentí con la cabeza. – Eso es muy común, con tanto calor y aquí encerrados ¿qué se puede esperar?… bla bla bla

Después de un eternidad por fin llego el tren. La señora me ayudo a subir.

– Lo bueno es que están pasando muy rápido y no están tan llenos, comento la señora.

En la siguiente estación me cedieron el asiento mientras poco a poco me empecé a sentir mejor y para cuando llegue a la estación Pantitlán podía moverme con mayor facilidad; al salir de los andenes fui al centro de monitoreo de la estación.

Alegue que alguien me había echado algo que me hizo sentirme mal y quería ver qué fue lo que paso, me sorprendí con la extraña amabilidad de la persona que me atendió, no me tiro el discurso de que era información súper secreta y que necesitaría un salvo conducto para poder mostrarme el video. Me quede sin habla. No había nada a mi alrededor, y todo paso en menos de dos minutos, -es muy común las bajas de presión, diario hay desmayados y hay que…. bla bla bla. Di las gracias y me fui a mi casa.

En mi casa evite lo más posible hablar y me escape a mí cuarto y me dormí; al día siguiente un poco más repuesta me metí a bañar….

  • ¡Pero qué te pasa!, ¿Por qué gritas así?, ¿Qué viste? Mi esposo volteo a verme muy extrañado.

Tenía una pequeña marca en forma de media luna en el hombro derecho, un corte fresco con olor a uva.

By Nérida Rodríguez

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Autor

romn772k@hotmail.com

Comentarios

Luciano
septiembre 15, 2019 a las 4:25 pm

Simplemente me encanto !



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